Es curioso ver como todo pasa ante tus ojos en un segundo. Un
giro inesperado de la situación, otra
vertiente, otra perspectiva y, de repente, toda tu realidad cambia, en un
segundo y el tiempo se desvanece.
Un segundo es suficiente para darte cuenta de los más
pequeños detalles, de las anomalías y defectos de los que te rodean. Se dice que se tarda 8 millonésimas de segundo
en “transportar”, la imagen que vemos, de los ojos al cerebro. Por ende,
podemos deducir que se tarda 1 o 2 segundos en analizar a alguien, en crear una
impresión mental de esa persona, en realizar un engrama y hacer que esa persona
se quede en nuestra memoria para siempre, aunque no lo recordemos y no seamos
conscientes de ello.
No paramos de general recuerdos, todo es relativo, incluso
el tiempo y conforme estoy escribiendo estas líneas lo que es presente pasa a
ser pasado y el futuro presente y, así, sucesivamente. Y cuando algo nos
atormenta, en un solo pensamiento, lo hacemos pasar al pasado presente y futuro
de nuestros, anhelos y desdichas.
¿Cuándo dejamos de intentar construir castillos de arena por
encima de nuestras cabezas? ¿Cuándo dejamos de soñar? ¿Cuándo empezó a ser la
vida tan aburrida y predecible?
¿Cuándo empezamos a aburrirnos de vivir?
¿Cuándo empezamos a temer a la vida?
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